Exploradores del frío

Por Marta Lorente

A mediados del XIX, nuestro planeta estaba aún por explorar, pero entre todos los lugares ignotos destacaba el Polo Norte. El punto más septentrional del planeta atraía a los hombres más que a las agujas magnetizadas. Una región helada, inaccesible, despoblada, sin vegetación, sin caza, sin refugios, un lugar vacío de todo. Un lugar donde la vida se antojaba imposible. Un lugar desconocido, misterioso, oculto siempre a los ojos de los hombres. Ser el primero en alcanzarlo garantizaba la fama y la eternidad, y por eso la conquista del polo se convirtió en una obsesión. Una carrera enloquecida e infernal, que provocó naufragios, fraudes, asesinatos, suicidios y hasta episodios de canibalismo.

 

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Sociedad basura


 
La basura es un gran problema de todos los días y un drama terrible para las grandes ciudades que ya no saben qué hacer con tantos desperdicios que son fuente de malos olores, de infecciones y enfermedades, de contaminación ambiental y de alimañas, además de constituir un problema de recolección y almacenamiento que cuesta mucho dinero.

En los últimos años, la reutilización y procesamiento de la basura a nivel casero, se ha ido organizando de tal manera que llegará el día en que los desperdicios sean fuente de riqueza para las comunidades que los generan.

El hombre empezó a utilizar las materias primas de una forma desordenada. Con la excusa del desarrollo el hombre que explota los recursos naturales más rápido es el que gana más beneficios, el que produce más basura es más feliz, apareciendo el consumismo y el derroche. Esto ha producido la proliferación de insectos, roedores y microorganismos patógenos, trayendo como consecuencia enfermedades catastróficas para el hombre como la peste.

Observando esto se vio que el hombre no podía desentenderse tan fácilmente de las basuras que originaba y ya que no eran un conjunto de cosas inútiles, sino que de ellas se podían extraer materias primas, reutilizables, se empezó a utilizar el término residuo.

La ley de residuos define que residuo es cualquier sustancia u objeto perteneciente a cualquier categoría que figure en el anexo de esta ley, la cual el poseedor se desprenda, tenga intención u obligación de desprenderse. De esta manera se incluye en la ley la responsabilidad que conlleva generar residuos.

La escasez de materias primas así como la protección al medio ambiente son razones para inclinarse por el reciclado, sin embargo de toda técnica de aprovechamiento siempre va quedar algo que no se va poder reciclar, una parte que deberá ser tratada con una técnica de eliminación. También es cierto que las técnicas de aprovechamiento siempre son más costosas ya que requieren de una tecnología más sofisticada y de mayores instalaciones y que la cantidad de basura que se genera es tal que no da tiempo a reciclarla sin evitar que se acumule.

La recogida selectiva, es decir, la separación de los residuos en origen, debe ser promovida por los distintos pueblos, en beneficio del medio ambiente, convirtiéndose en una costumbre el reciclar, de esta manera dejaremos de ser esclavos de nuestra propia basura y podremos no sólo desentendernos de la basura que producimos sino saber que aquello que hemos consumido nos producirá el menor perjuicio posible. El reciclado, así como la recuperación de materias primas, son técnicas necesarias para llevar a cabo lo que denominamos un desarrollo sostenible, sin embargo en el caso de los residuos, como en otros tantos, los intereses de las empresas dedicadas a los tratamiento de basura se contraponen con los intereses de los defensores del medio ambiente, manteniendo a la gente en un perfecto estado de desinformación, adulándoles con la facilidad de arrojar cualquier desperdicio a la misma bolsa, sin hablarles de las consecuencias que ello genera, consiguen un día tras otro beneficiarse de su dictadura del derroche.

Se calcula que cada persona produce una media de 1 Kg. De basura al día. La mayoría de los residuos sólidos urbanos que producimos está constituida por materiales que pueden ser clasificados con facilidad: papel, cartón, vidrio, plásticos, trapos, materia orgánica e inorgánica, etc.

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La risa del Diablo.

Por Alberto del Campo Tejedor

Aunque el diablo ya no esté de moda, algunas fiestas populares entre el uno de noviembre y el Carnaval nos recuerdan la importancia que ha jugado históricamente; en los meses más fríos del año es habitual la proliferación de mascaradas, juegos y rituales festivos en que los mozos, disfrazados de personajes diabólicos, parecen tomar el poder efímeramente, sembrando el caos en el pueblo, fustigando a quien se pone a su alcance, pero también siendo objeto de burla y degradación, teniendo que soportar que la gente les arroje inmundicias, les empujen o les roben los objetos que portan, como cencerros o látigos.

A través de la literatura homilética, los sermones o las representaciones pictóricas y escultóricas, la Iglesia ha retratado al diablo de forma espantosa y terrorífica. El cristiano habría de afligirse ante los cuadros de las ánimas benditas, que agonizaban ardiendo en el purgatorio. Allí los condenados alzaban desesperados la mano a la Virgen del Carmen, mientras las figuras diabólicas avivaban el fuego. En ciertas épocas históricas, esta pastoral del miedo utilizó el diablo para disuadir a los feligreses del pecado e incentivar una vida santa que les llevaría al paraíso eterno. Pero he ahí que en aquellos momentos de más represión, mayor es la frustración de los fieles y más necesarios son los cauces de escapismo, por lo que no es casualidad que coincidan en el tiempo las cruzadas morales y las representaciones burlescas del diablo, en que este aparece representado como un estúpido bufón.

Para difundir las representaciones terroríficas del mal, la Iglesia eligió representar al diablo vinculándolo a ciertas fechas entre noviembre y febrero que, según la concepción cíclica del año, pertenecían al reino de la oscuridad y la muerte. El diablo aparecería especialmente en aquellos momentos de tránsito (solsticios y equinoccios, principios y fines de año, cambios de estación, etc.), y muy particularmente en aquellos días en que las tinieblas habrían de ser derrotadas para dar paso a un tiempo nuevo de luz y esperanza. Así, en los últimos y primeros días del año pugnarían por prevalecer la oscuridad de los días cortos, la muerte, el mal, el diablo, frente a la luz solsticial, la vida, el bien y el nacimiento del Salvador. Esta concepción alentó mascaradas que representaban la lucha de contrarios. El ambiente jocoso de las fechas navideñas, que el cristianismo había tomado de las saturnalias romanas, respondía a la temposensitividad campesina, que también asumía un mundo dicotómico, cuya pugna simbólica en ciertos momentos del año contribuiría no solo a reflejar sino a propiciar el cambio de un estado a otro, de una estación a otra, de un año a otro. Carnavalizadas ciertas fechas, el diablo aparecería como un ser monstruoso que amenaza con desatar un período de inestabilidad y zozobra, pero también este será objeto de burlas y humillaciones, dado que es necesario matar simbólicamente lo viejo, lo podrido, lo sucio, lo tenebroso, para que el mundo renazca renovado. La risa frente al diablo ha constituido, pues, no solo una manera de domesticar el miedo, sino también el elemento vitalista que permitía representar ambivalentemente la muerte, de la misma manera que la subyugación del diablo, mediante fórmulas de degradación carnavalera, sería la antesala del triunfo del bien.

El diablo ha requerido ser representado, por lo tanto, de forma ambigua, a través de disfraces y máscaras estrafalarias, tan terroríficas como ridículas. Para ello, las culturas populares sometieron al diablo a la lógica grotesca de deformación material y corporal, la cual permitía mostrar por igual la corrompida naturaleza humana de instintos bajos y carnales, como también la exaltación del placer más animal. La sexualidad grotesca representa por un lado el voraz apetitito pecaminoso del diablo, pero también recuerda que periódicamente el hombre requiere de ciertas licencias liberadoras en el tiempo extraordinario de la fiesta, que permitan superar el tedio del tiempo ordinario del trabajo. Con el efímero triunfo del mal y el pecado, el diablo instaura una inversión del orden que pone de relieve por igual el lado oscuro y sucio del hombre, como también la necesaria y periódica exaltación de lo bajo y carnal. De ahí que el diablo no despierte solo el terror, sino también la risa liberadora, que habría de desatar las convenciones sociales, tirándolas por tierra, para que de ella pueda renacer el tallo de una nueva vida.

Tal vez esta arcaica lógica no haya desaparecido del todo y explique que aún pervivan aquí y allá fiestas donde el diablo siga haciendo de las suyas por unos días, unas horas, las que dura el necesario delirio festivo.

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El vicio de la lectura: Joel Robinson


 
Mi nombre es Joel Robison y soy un fotógrafo de bellas artes de 33 años de Canadá. He estado creando y compartiendo mi trabajo conceptual de retratos durante los últimos 9 años. Mi interés en la narración de historias y la autoexpresión a través del arte es lo que me motiva a crear y compartir mi trabajo con personas de todo el mundo.

En los últimos 5 años, he instruido a más de 400 estudiantes en 8 países en una serie de talleres de fotografía destinados a desarrollar tanto el portafolio creativo como la creación de un negocio de fotografía y presencia en las redes sociales. También enseño un curso en línea que se entrega a estudiantes de todo el mundo y está diseñado para hacer crecer el ojo creativo y la cartera creativa de cada estudiante.

Mi trabajo ha sido utilizado en todo el mundo por clientes como Coca-Cola, FIFA, Yahoo, Adobe, la revista Oprah, Mariott ArcAngel, Trevillion, PhotoNews Canadá y muchos más. Durante 2013/2014 trabajé exclusivamente con Coca-Cola y FIFA como el fotógrafo principal y la voz de las redes sociales en el Trofeo de la Copa Mundial de la FIFA de Coca-Cola, donde viajé y fotografié más de 80 países en un período de 9 meses.

Por favor, siéntase libre de contactarme con preguntas, consultas o comentarios.

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Teorías de conspiración


 
En Estados Unidos siempre han existido teorías conspirativas. Son tantas y tan variadas que creer en ellas o desmentirlas se ha convertido en una especie de pasatiempo nacional. Algunas han sobrevivido el paso del tiempo y permanecen arraigadas en la memoria colectiva de la nación. Como la que asegura que un platillo volador se estrelló en Roswell, Nuevo México, y que los restos de la nave, así como los cuerpos de los extraterrestres que la tripulaban, fueron recuperados por el ejército y ocultados en un lugar secreto. O la que afirma que la investigación de la Comisión Warren sobre el asesinato del presidente Kennedy mintió al asegurar que Lee Harvey Oswald había actuado solo y que su muerte se debió, en realidad, a una conspiración de la mafia o del gobierno. O las que sostienen que la llegada a la Luna fue un engaño de la NASA y que el calentamiento global no existe.

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Satam alivE

Por Ignacio Arrabal
Para Manuel Pichardo, Ismael Rojas y Ruth Llopis

Llevo años huyendo de Enrique Vila-Matas. Huyendo no sólo físicamente, quiero decir, sino también en los textos. Ya me sucedió antes con otro escritor, pero fracasé. No pude evitar tener un encuentro forzoso con él en el hotel Krone de la pequeña localidad austriaca de Freilassing. Yo estaba allí porque pretendía escribir una serie de relatos sobre personas que olvidan quiénes son. Había leído meses antes en un periódico la historia de Ernst Valdjungger, un anciano que había aparecido en la puerta del restaurante Speicekammer de la calle Fürstenwe de dicha localidad diciendo que él era el dueño. El verdadero dueño del restaurante salió fascinado por aquel desconocido y lo invitó a comer antes de llamar a la policía. Nadie sabe de qué hablaron, pero los clientes que se encontraban en el restaurante a esa hora dijeron que los dos reían animadamente y que terminaron abrazados. Pero no fue la policía, sino Bastian Horst, un joven que trabajaba en el periódico local, quien al cabo de tres meses y muchas pesquisas logró averiguar la identidad del anciano misterioso. Por lo visto, la pista definitiva había sido un papel que el anciano llevaba en el bolsillo de la chaqueta cuando lo encontraron y al que nadie –excepto Bastian- dio importancia. La nota, escrita muchos años antes a tenor del estado de deterioro en que se encontraba, decía: Mi recuerdo más verdadero es la desgracia del vecino. La policía pensó que nada en aquel anciano tenía la menor trascendencia, incluso lo que sí la tenía, como la nota, y que los detalles mínimos eran, seguro, algo a lo que no había que prestar atención. Pero el joven Bastian Horst adivinó que en esas palabras podía haber algo más que delirios y tiempo, y pacientemente desarrolló una teoría aparentemente descabellada que al final resultó real.
Al parecer, por motivos que se desconocen, el periódico se negó a publicar el reportaje que Bastian había escrito con las conclusiones a las que había llegado. Se limitó a hacerse eco de la noticia de la aparición y desmemoria del anciano sin proporcionar mayores detalles. Así que Bastian Horst guardó en un cajón los folios y continuó con sus crónicas locales sin darle tampoco él mayor importancia.
Yo contacté con Bastian y le dije que quería saber qué había escrito y quién en realidad era aquel anciano que ahora vivía en una residencia con cargo al gobierno austriaco. Bastian, para mi alegría, se mostró encantado y me dijo que el anciano, al que habían decidido llamar Ernst Valdjungger sin ningún motivo aparente, aún no recordaba quién era aunque él, Bastian, pensaba que fingía porque lo que había descubierto sobre la vida y el pasado del anciano parecía mejor dejarlo en el olvido.
Le pedí que me enviara por correo electrónico lo que había descubierto y su reportaje no publicado y, sorprendentemente, Bastian me dijo que no, que si yo quería saber algo más sobre el asunto debía trasladarme a Freilassing y entrevistarme con él personalmente. Además, agregó Bastian en su mail de respuesta, sólo podrás leerlo delante de mí, y no podrás hacer fotocopias o tomar notas.
Así que después de dos vuelos, un tren y un coche de alquiler, llegué a la ciudad de Freilassing una tarde con la consigna de alojarme en el hotel Krone y de no ir a buscar a Bastian al periódico. Yo me reuniré contigo, terminaba Bastian el último mail que me envió.
El hotel Krone tiene una fachada acristalada que parece superpuesta a la del edificio que lo acoge. Es un hotel moderno y cómodo, y si tienes la suerte de que te asignen una habitación en la primera planta, puedes disfrutar de un balcón con vistas a las montañas que rodean a Freilassing, y también a la tienda de antigüedades del señor Otto Raell. Helga, la simpática chica que atiende el mostrador de recepción, no deja de repetirte cada mañana que viajes hasta Salzburgo, que dista apenas siete kilómetros.
Me acompañó hasta la habitación 313 Rudy, un empleado que habían contratado el día antes y que durante mi estancia en Freilassing y en el hotel Krone se desvivió por mi bienestar. En parte porque creo que le caí simpático y en parte porque quería hacer méritos para ganarse un puesto fijo. A veces se atolondraba en su intento de resultar amable y servicial, y en una ocasión me confesó que nunca había conocido a un escritor y que siempre había creído que éstos eran unas personas extravagantes y ridículas. Pero no usted, se apresuró a añadir, usted es alguien normal. Y yo creo que en el fondo aquello que dijo como un pretendido halago a él lo decepcionó porque para Rudy un tipo normal como yo no podía ser un escritor de verdad.
No iba muy desencaminado Rudy en sus suposiciones, pues desde hacía bastante tiempo sólo tenía yo una carpeta con proyectos que ya sabía de antemano que no iban a llegar a ninguna parte, así que para no decepcionarlo del todo, le dije que yo era un escritor que viajaba para luego encerrarme en un cuarto y escribir sobre un viaje inventado y no sobre el que en realidad había hecho. Intento experimentar con distintas formas de realidad, le dije. También escribo sobre la gente que trabaja en los hoteles, concluí tratando de darle a mis palabras un tono de imponente literatura. Pero Rudy mostró bastante más sentido común de lo que yo mismo estaba demostrando, y se limitó a mirarme con una evidente indulgencia.
A la mañana siguiente (la primera en que yo amanecía en Freilassing) bajé a la cafetería y me pregunté cuándo Bastian Horst se pondría en contacto conmigo. Él ya sabía que yo me encontraba alojado en el hotel Krone desde la tarde anterior, y a Helga le había pedido educadamente que si un tal Bastian Horst del periódico local preguntaba por mí no dudara en llamarme a mi habitación sin que importase la hora.
Yo entonces no sabía (no podía saberlo) que Bastian había estado ya en el hotel Krone la tarde anterior mientras yo me duchaba y desempacaba las pocas cosas que me había llevado en aquel viaje, con la intención de mantener una primera charla conmigo antes de enseñarme su reportaje. Por lo que más tarde pude saber, Bastian Horst entró en el hotel media hora después de que yo hubiera subido a mi habitación, y se dirigió al mostrador que atendía Helga para preguntar por mí cuando se le acercó por detrás un hombre y le pidió amablemente que se tomaran algo juntos en el bar. Bastian accedió más intrigado que interesado, y aquel tipo le propuso pagarle una gran cantidad de dinero por el informe que había escrito sobre la desaparición y posterior aparición y desmemoria de Ernst Valdjungger. Bastian se mostró receloso al principio, pero el tipo sabía cómo resultar irresistible, y no sólo por el asunto del dinero, sino porque verdaderamente era alguien encantador y seductor. Yo a aquel tipo lo conocía bastante bien aunque nunca habíamos hablado, ni tan siquiera habíamos estado en el mismo lugar al mismo tiempo. Yo me había encargado durante años de que eso no sucediera.
Pero como digo, todo eso yo lo supe algunos días más tarde. Aquella mañana en la cafetería del hotel Krone me limitaba a espiar la puerta por si veía aparecer a Bastian. Cuando estaba ya terminando mi desayuno y me preguntaba aún la causa de que Bastian no diera señales de vida, y resuelto a llamar a la redacción del periódico y preguntar por él, se acercó Rudy y me entregó una nota. Me la ha dado para usted el señor que se aloja en la habitación 213, me dijo Bastian. Creo que también es un escritor de su país, susurró como quien dice una confidencia mientras desaparecía. Deberías estar a las cuatro en el bar del hotel. Durante varios minutos estuve mirando la nota y mirando también a mi alrededor por si captaba algún gesto en alguna de las personas que había en la cafetería que delatara quién podría ser su autor, porque yo estaba completamente seguro de que aquello no lo había escrito Bastian Horst.
Rudy apareció de nuevo cuando yo ya me disponía a abandonar la cafetería y me dijo que había averiguado la identidad del huésped de la 213 que me había enviado la nota. Creo que Rudy se asustó un poco cuando pronunció su nombre y vio mi rostro contraído por un asombro triste y fatigado. ¿Le ocurre algo?, me preguntó con verdadero interés. Sí, le contesté afligido y resignado, que acabo de fracasar. Él pareció no entender muy bien lo que yo decía, pero desistió de hacer alguna otra pregunta, seguramente pensando que no estaba entre sus obligaciones la de aguantar delirios de escritores.
A las cuatro en punto me presenté en el bar del hotel Krone buscando entre las personas que allí se encontraban el rostro que yo tan bien conocía aunque nunca nos hubiésemos visto en persona. Estaba sentado al fondo, de espaldas a la entrada, como la contraportada de uno de sus libros, pensé mientras caminaba en su dirección.
Lo de menos era ya el sigilo, mucho menos la huida, que no tenía ya sentido. Estaba a punto de reunirme por vez primera con el escritor del que llevaba años huyendo, a veces no sin dificultad, ya que en varias ocasiones estuve a punto de encontrarme con él causalmente.
—Hola —le dije mientras rodeaba la mesa y me sentaba en la silla que había frente a él.
—Ya era hora —contestó dando un trago a su bebida.
Nos miramos durante unos minutos sin decir nada más, escrutándonos mutuamente. Él se estaría seguramente preguntando qué demonios me había llevado al absurdo de elegirlo a él para mi despropósito de tener alguien de quien huir, y yo intentaba buscar en sus ojos el motivo que podría tener para desear con tanto ahínco mi fracaso.
¬¬—¿Y Bastian? —le pregunté tratando de dilatar el momento, de huir de él por última vez.
—-Oh!, Bastian no tiene importancia, ha sido únicamente una necesidad del texto para llegar a este momento.
—Ya —dije con una incontenible tristeza en la voz cuando entendí que nada tenía ya solución para mí.
—Quiero que lo hagas —me dijo entonces con una sonrisa de satisfacción, de triunfo sin paliativos.
Yo sabía perfectamente lo que quería, lo que significaba aquella petición suya. No valía la pena resistirse, retrasar innecesariamente el momento que pondría fin para siempre a todo aquello. El momento definitivo en que yo pronunciara su nombre.
—Adiós, Bonells.
—Ahora sí. Puedes marcharte. Ya no tengo nada más que hacer por ti.
—En eso te equivocas —le dije a modo de última venganza—. Has conseguido mi propósito de huir por primera vez de Enrique Vila-Matas, que es de quien realmente me proponía escribir aquí.

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Isla Correyero

Mi retrato a lápiz

Soy melancólica. Melómana. Trapecista en la cuerda de los sueños y el arte. Cumplo con mi destino de guerrera. Canto lo bello y lo perfecto. Bebo, fumo y esnifo. Mi mente es un río caudaloso que nadie ha dominado. Soy perversa, cruel y me bañan las lágrimas a solas. Adoro la justicia y los bienes perdidos. Bramo de odio en lo alto de las cumbres si no consigo lo que busco. Esquizofrénica, locuaz e impertinente. Me gustan los licores y las sedas. Amo el destierro, los bosques y la danza. Mis aventuras escandalizan a los necios y con el dedo me gusta tocar los labios de la noche. Idolatro la luz que expresa Kubrick y el tormento exquisito de Visconti. De mí se dice que no me harto de belleza y que bebo a destiempo de los cuerpos. Vomito internamente ante lo vulgar y lo ridículo y desgarro mi pecho ante lo feo. Me gozo en soledad como un diamante y brillo entre celajes como nutria. De niña coleccionaba tréboles y olores, insectos y lecturas. Nunca mi espada está enfundada y he aprendido el arte de la esgrima. Me gustan las hierbas y la magia y busco el Grial para mi amo. Soy heroica, altanera y distraída. Me cobijo en mansiones de alquiler y no obedezco leyes ni partidos. Me gustan los vaqueros y las pieles, el lino y los trajes ajustados. Mido uno sesenta de estatura y ochenta mal medidos de busto confidente. El tacto de la nieve me subyuga, oír a Bach me iza y me conmueve, oler a piel me excita doblemente; ver una toma en treinta y cinco de Murnau me hace comprender qué es la poesía. Como el Vesubio expulso lava incandescente al recordar la Italia. Llevo siempre carmín rojísimo en los labios y altos zapatos de tacón granate. Tengo arrebatos de amor hacia cualquiera y el sexo para mí es una sombra.
¡Y me gusta jugar a lo que sea!

Encuentra a Isla Correyero en el número 6 de SKEIMBOL

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La biblioteca futurista de Tianjin Binhai


 
Esta foto tomada el 14 de noviembre de 2017 muestra a las personas que visitan la biblioteca Tianjin Binhai. Esta futurista biblioteca china ha cautivado a los amantes de los libros en todo el mundo con sus estantes blancos y ondulados que se elevan desde el suelo hasta el techo, pero si lee entre líneas verá un problema. Esas filas sobre filas de lomos de libros son en su mayoría imágenes impresas en las placas de aluminio que forman la parte posterior de los estantes.
(Foto: Fred Dufour)

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