Desde muy pequeño Saúco se planteaba las cuestiones más variopintas con una madurez que dejaban perplejos a sus padres. Hoy, a sus 12 años, es uno de los miles de niños españoles con alta capacidad intelectual que no recibe ningún tipo de apoyo y que se enfrenta en su centro educativo, el Colegio Público Peñalta, en el municipio de Buitrago de Lozoya (Madrid), a la incomprensión de sus docentes y a un sistema educativo que, en general, no sabe cómo canalizar el potencial del talento y la sensibilidad que de los superdotados.
“Durante los tres primeros cursos tuvo, por suerte, un maestro que conocía este tipo de casos y supo estimularle, pero ahora es todo lo contrario. Sólo quieren disciplina y que apruebe exámenes, pero si razona, si pone en duda lo que le dicen, le castigan, incluso le ponen faltas por intentar argumentar”, explica su madre, Ángela Jiménez Ibáñez, inmersa en un mar de dudas sobre qué es lo mejor para su hijo.
Saúco, pese a que su anterior maestro se lo sugirió, nunca ha querido hacerse un test de inteligencia. “Le he intentado convencer, pero no quiere etiquetas, no quiere ser distinto a los demás. Ahora hay días que no le llevo porque se aburre, no tiene ningún estímulo; prácticamente no estudia, pero aprueba, y a su profesor con eso le basta”, explica indignada Ángela, que vive en un pueblo y no puede plantearse cambiar de colegio, ni tampoco tiene recursos económicos para acudir a uno privado.
Su caso es un claro ejemplo de la situación a la que se enfrenta el 3% de los escolares españoles, que son los que tienen una capacidad intelectual por encima de la media. Sus consecuencias son las que expone con claridad la psicoterapeuta francesa Jeanne Siaud-Facchin en su último libro –“¿Demasiado inteligente para ser feliz?” (Ed. Paidós)-, que acaba de presentar en España.
Siaud-Facchin, una de las mayores expertas europeas en la materia, explica a ESCUELA que comenzó a interesarse por la superdotación cuando trabajaba en el área de investigación de la inteligencia en un hospital de Paris: “Investigaba sobre el funcionamiento intelectual y cognitivo de los adolescentes, y muchos venían con problemas escolares. Y mi sorpresa fue comprobar que un porcentaje de ellos tenían un coeficiente intelectual muy elevado, pero fracasaban, y sobre todo tenían un gran sufrimiento psicológico. Por entonces había muy poca investigación del asunto, porque se suponía, y aún es así, que al ser superdotados no necesitaban ayuda”.
NEUROCIENCIA
Hoy la ciencia va avanzando en ese conocimiento, en buena parte gracias a las resonancias magnéticas funcionales del cerebro, que reflejan la actividad de las 100.000 millones de neuronas en tiempo real. Así, se sabe que la velocidad media de circulación de la información en las redes neuronales es de dos metros por segundo, que el cerebro es un órgano plástico que cambia con el tiempo y que las emociones son necesarias para el pensamiento.
Pero también se ha averiguado que en un superdotado la velocidad de circulación neuronal es de 5 milímetros más por segundo (respecto a la media) por cada punto de Cociente Intelectual (a 130 puntos serían 6,5 metros); que su cerebro no inhibe ningún estímulo de los que llegan por los sentidos, como ocurre en los demás; que trabaja más el hemisferio derecho que el izquierdo, y por ello su inteligencia es intuitiva y global, arborescente; y que, por todo ello, requiere una precisión absoluta para comprender las palabras: el contexto es fundamental.
HIPERACTIVOS EMOCIONALES
Siaud-Facchin, en sus investigaciones, destaca otro aspecto que no se ha considerado lo suficiente hasta ahora: “Un superdotado primero habla con el corazón y luego con la cabeza, porque son hiperactivos emocionales. Tienen una capacidad asombrosa de empatizar con los demás. Lo que para otros es banal y se pasa con una rabieta, en ellos genera una implosión hacia dentro que puede generar sufrimiento; por ello, de adultos muchos acaban cerrando sus emociones a cal y canto, como si se escindieran en dos. Todo lo pasan por el filtro mental. Y hay que evitarlo, así que es muy importante comprender desde niños sus reacciones, no juzgarlos de caprichosos, sino integrar sus particularidades para que les guíen en la vida. Si la educación emocional es importante en todas las personas, en los superdotados debería ser obligatoria”, asegura. “Requieren mucha benevolencia por parte de los adultos”.
ANSIEDAD Y DESMOTIVACIÓN
No es lo que se encontró el niño madrileño. “Acumula tanta ansiedad en clase que destroza hasta las pulseras que lleva puesta. No puede estarse quieto. Le ofrecieron cambiar a un curso superior, pero no quiso porque era separarse de sus amigos. Hace poco le pusieron una mala nota porque no respondió en un examen con las misma y exactas palabras del libro, porque contestó razonando con sus propias palabras, y eso no le gustó a, profesor. También le pusieron un parte porque en el comedor puso en cuestión una orden absurda cuya explicación era “porque lo digo yo”. Para mi hijo eso no basta”, relata Ángela.
A falta de más herramientas, hay pedagogos que aconsejan que seaproveche su talento de estos niños para ayudar a otros compañeros, y también por ello pasó Saúco: “El profesor le puso como responsable de un alumno que es muy problemático, pero no se trata de que él sea su maestro, porque es también un niño”, apunta su madre”.
El próximo curso comenzará Secundaria en un instituto cuyos responsables ya le han dicho que no espere una atención especial porque no hay recursos para ello y que todo dependerá del tutor que le toque. “Allí mismo me han aconsejado que le lleve a un centro concertado, pero es muy triste que tengas que pagar para que hagan casos a sus potencialidades”, se queja.
Y es que en el caso de los superdotados no hay recetas. Así lo cree la investigadora francesa: “El cambio de curso depende del niño y su contexto. Saltar a uno superior suele ser la respuesta oficial para que el alumno esté en su nivel de competencia y tenga nuevos retos, pero muchos no quieren porque no se sienten en competición con nadie, quieren saber y comprender, tienen miras más amplias que estrechez del colegio, pero entre los suyos. Lo importante es la capacidad del docente para gestionar esa diferencia. Si el niño se siente bien, tendrá una imagen buena de sí mismo y el día que explosione será muy positivo”.
En sus centros en Francia no sólo hacen diagnóstico de los niños por su cociente intelectual, sino que un grupo de profesionales de diferentes áreas intentan hacer “un mapa territorial del espacio por el que avanza el niño tanto a nivel cognitivo como emocional”. Hacen acompañamiento de los padres y formación para los profesores, que a menudo son los primeros en detectar que ese alumno sobresale por encima de la media.
LA SUPERDOTACIÓN, EN LOS GENES
Y es que la alta capacidad intelectual tiene un alto componente hereditario. De hecho, a veces los progenitores no son conscientes de la alta capacidad de su hijo porque también las tienen; otros, que no tienen ese nivel, no son capaces de entenderles. “Es común que sea en el colegio donde se detecta esta característica. Recuerdo el caso de un joven. Contaba que en su primer día de clase la maestra escribió algo en la pizarra. ‘¿Qué pone?’, les preguntó; él lo leyó sin problemas, pero ningún compañero contestó porque no leían aún, y él pensó que se debía a que cuando un profesor pregunta no hay que contestar. Así que estuvo cinco años sin responder en clase”, señala Saud-Ficchan.
Pero ¿todos los superdotados van a necesitar un apoyo externo? La pedagoga francesa cree que “si los padres conocen al hijo, sus fragilidades y fortalezas, no habrá problema porque siempre es mejor la prevención que la intervención, y eso requiere comprensión. Pero si se les interpreta de forma errónea, como insolentes o vagos, si se dice que tienen déficit de atención, etcétera, entonces necesitarán ayuda. Un superdotado es capaz de hacer varias cosas a la vez y si no está de acuerdo con lo que oye, no se calla. Un diagnóstico erróneo les genera sufrimiento”.
En España también existen centros de diagnóstico privados y públicos, y un buen número de asociaciones de padres de niños con alta capacidad que, organizándose, buscan recursos y reclaman más atención desde las Administraciones públicas, que es claramente insuficiente. Los recortes en el sector educativo no han hecho más que empeorar la situación.
Uno de las instituciones pioneras en el país es el Centro Huerta del Rey, en Valladolid, que este curso cumple los 25 años de existencia y por el que, en este tiempo, han pasado 3.600 niños y adolescentes para su diagnóstico personalizado.
Y es que ser superdotado no supone que sean ‘listos’ para todo. Las investigaciones han determinado que son niños que presentan talentos específicos: unos destacarán por su rendimiento académico, otros por su creatividad, los habrá con una tremenda capacidad de liderazgo, con grandes habilidades psicomotoras o inclinados a las artes visuales o representativas, como la actriz Jodie Foster.
“Nosotros aplicamos un test científico que hemos desarrollado en el propio centro, que permite identifica la superdotación al margen de las influencias culturales y en cualquier clase social. Es importante que se les diagnostique desde edades tempranas y en eso la legislación española está muy bien, pero hace falta que se aplique. Y una vez que se identifican, habría que apoyarles en los colegios, pero también con programas específicos que tengan en cuenta no sólo su desarrollo intelectual sino el socioemocional”, señala Yolanda Benito, doctora en Psicología y directora del Huerta del Rey.
LA LEY Y LA REALIDAD
De hecho, la recién aprobada Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) lo dice clarito: “Corresponde a las Administraciones educativas adoptar las medidas necesarias para identificar al alumnado con altas capacidades intelectuales y valorar de forma temprana sus necesidades. Asimismo, les corresponde adoptar planes de actuación así como programas de enriquecimiento curricular, adecuados a dichas necesidades, que permitan al alumnado desarrollar al máximo sus capacidades”. Pero ¿cómo hacerlo con unos recursos cada vez más limitados, con clases de 35, sin apoyo externo?
La realidad, recuerda Benito, es que según un informe del Defensor del Menor del año 2003 de la Comunidad de Madrid (y no se ha hecho otro), el 44% de los superdotados está sin identificar por sus profesores. Es más, los que lo hicieron fallaron en un 97% de los casos, reflejando así la escasa formación que hay entre los docentes y que en este centro intentan paliar con cursos formativos.
“Sabemos que entre el 30 y el 50% de estos alumnos son fracaso escolar, sobre todo en Secundaria. Sufren el llamado Efecto Pigmalion Negativo cuando los profesores ignoran su superdotación y bajan su rendimiento. Sin motivación, acaba por deteriorarse su autoconfianza al no tener retos y ese hábito de no estudiar es luego difícil de corregir. Es penoso que fracasen con ese potencial”, señala en el Centro Huerta del Rey.
El neurocientífico Francisco Mora, autor del libro ‘Neuroeducación’, lo tiene claro: “Resulta absurdo que la sociedad desaproveche esos talentos; muchos pueden llegar a ser genios, aunque otros se queden en un nivel normal al llegar a la adolescencia, que es un momento de gran intensidad en los cambios del cerebro. Lo importante no es centrarse únicamente en potenciar sus características intelectuales, y crear centros específicos para ellos, sino lograr el reequilibro de su personalidad, que puede lastrar la expresión de su talento específico. Ahí está el caso de Mozart, que era un genio, pero de comportamiento pueril, infantil”.
Así lo cree también Roberto Colom, catedrático de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid que ha publicado sus investigaciones sobre inteligencia en las revistas científicas más importantes del mundo. Contrariamente a Mora, si cree que debería haber colegios públicos destinados a la formación de los superdotados. “Si los hay para los que tienen grandes potenciales deportivos ¿por qué no para los que los tienen a nivel intelectual?”, se pregunta. “Puede sonar elitista, pero no es cierto porque esa alta capacidad puede darse en todos los niveles socio-económicos y lo que pasa es que entre las clases sociales más bajas, a menudo con menor formación y con pocos recursos, es más difícil que se saquen adelante esos potenciales, que por otro lado son beneficiosos para el país en su conjunto”, argumenta.
De momento, lo que se ofrece desde las instituciones públicas es dispar y, en general insuficiente. La Comunidad de Murcia es una de las pioneras en la respuesta a la superdotación: casi medio centenar de colegios e institutos públicos tienen adaptado un currículo a las particularidades de los alumnos con alta capacidad intelectual, con estrategias académicas personalizadas para cada caso y con orientación familiar. No es extraño que sea hoy la región con más superdotados reconocidos per cápita: un 17% del total del país.
POCAS ALTERNATIVAS
Lo más habitual, sin embargo, es lo que ocurre en la Comunidad de Madrid: unos cursos de enriquecimiento que se limitan a dos horas en sábados alternos, donde realizan actividades en talleres en los que participan en total 1.700 alumnos no universitarios. Pero ni de lejos llegan a todos. Basta leer la orden de la Consejería de Educación publicada en el mes de enero: “Como en cursos anteriores, resulta necesario definir el procedimiento para posibilitar que nuevos alumnos puedan acceder al Programa a partir del curso 2014-2015. La continuidad de buena parte de los alumnos participantes en el curso actual limita el número de plazas disponibles para nuevas incorporaciones”. Más adelante, especifica que en esa escasa oferta se prioriza a los niños entre 6 y 8 años y con un “desarrollo global armónico”, que cuadre con la oferta previa. Sólo por edad, Saúco ya no podría hacerla, pero es que, además, debería ponerse a la cola pues cada año son muchos los que quedan fuera.
“No lo ponen fácil. Nosotros, viviendo en Buitrago, tendríamos que ir dos mañanas al mes a Madrid. Lo haría si él quisiera, pero sólo algo realmente estimulante le animaría a ir”, reconoce su madre, Ángela.
Ese es el objetivo, precisamente, del centro que quiere abrir en España el pedagogo César Arellano, tras su paso por el conocido Neag Center for Gifted Education and Talent Development, de Estados Unidos, fundado por Joseph Renzulli. Fue en Connecticut donde Arellano comprendió que en nuestro país las cosas no se hacían bien. “Aquí se sigue el modelo de Renzulli a nivel teórico, pero luego no se pone en marcha. Por ello en marzo se abre el Centro Renzulli para el Desarrollo del Talento en Madrid. He diseñado una serie de actividades que se ofrecerán a los colegios para que los profesores trabajan con los superdotados en las propias aulas. En EEUU los resultados son espectaculares”, explica Arellano a ESCUELA.
También pondrá en marcha un programa que denomina de ‘Mentoría’, que consiste en contactar a alumnos a partir de 14 años con adultos de alto nivel formativo para puedan interactuar con ellos en sus entornos laborales. “Cada uno podrá elegir si quiere conocer a un ingeniero de puentes, un biólogo o un periodista en función de sus motivaciones personales. Es algo que les ayudará a orientarse, a partir de los 14 años”, apunta el fundador de Renzulli en España.
Pero es en las actividades en los propios centros donde quiere insistir porque entiende que es ahí “donde hay que abrirles posibilidades y retos para que elijan lo que quieren aprender y los profesores deben tener recursos disponibles para saber planteárselos”.
De momento, las autoridades educativas madrileñas han mostrado interés en el nuevo proyecto del Centro Renzulli, pero todo está en el aire. Ángela Jiménez, como madre, cree que ese es el camino: “No puede ser que el futuro de estos niños dependa de que te toque la lotería y el profesor sea uno de los que conocen el problema o no, o de que vaya a un centro privado concertado o público. Los recortes en Educación y el aumento de alumnos por clase ha hecho desaparecer la atención personalizada y no sólo niños como Saúco pierden, sino que en ese desperdicio de talento pierde toda la sociedad. El otro día, llegó a casa con el diseño de un nuevo tipo de cerbatana salido de su cabecita de 12 años. Así es él”.
Escrito por Antropología y neurociencias, En el periódico ‘Escuela’
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2015